
A veces miramos a nuestros hijos y sabemos que algo les pasa. Han perdido un poco de brillo en su mirada, están un poco tristes, en fin, algo no está bien con su mundo. Movidos por las ganas de ayudarlos les preguntamos una y otra vez qué les sucede, como si fuese su obligación abrir su mundo y contarnos sus penas.
La última vez que me sucedió eso, abracé a mi hijo, le dije que llorara si lo necesitaba y que no le iba a preguntar nada, sólo lo iba a abrazar.
LLoró y no me dijo palabra alguna, pero le mostré que un padre ama por sobre todas las cosas y que tambié puede aprender a respetar sus espacios internos.
Lucas
(imagen tomada de http://www.flickr.com/photos/josangel_temporal/)
1 comentario:
Antes, nadie nos preguntaba, y ese respeto parecido al abandono nos llenó de ansiedad...tal vez por eso preguntamos tanto...
El respeto por el espacio del otro sin abandono es el abrazo justo.
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